Matrimonio infantil: la violencia contra la infancia que aún es legal en 5 países.

Una antigua entrevista en blanco y negro realizada en 1964 por el periodista Günter Gaus a la pensadora alemana de origen judío Hannah Arendt, ha sorprendido por haber superado la nada desdeñable cifra de un millón de visitas en Youtube. Y subiendo, además de contagiando al resto de redes sociales, siempre en busca de “nuevos descubrimientos”.

Por Redacción

Aunque sea difícil de asimilar, todavía existen países – Níger, Bangladesh, Líbano, Indonesia y Mauritania -, cuyas legislaciones amparan el matrimonio infantil. Por otra parte, a pesar de estar prohibido, en muchos otros países se sigue realizando sin que sus autoridades tomen verdaderas medidas para evitarlo. En pleno siglo XXI, las infancias continúan siendo interrumpidas allí donde la cultura, la pobreza y la falta de educación no ayudan a esas niñas que, a muy corta edad, son obligadas a dejar sus estudios para casarse. Y hablamos de niñas, porque a escala mundial la tasa del matrimonio infantil de los niños varones equivale a tan solo una quinta parte de la de las niñas.

Sería ingenuo pensar que en este tipo de prácticas no influyan poderosamente las tradiciones, usos y costumbres de poblaciones poco favorecidas. Por eso, combatir el matrimonio infantil requiere, en primer lugar, identificar los diversos factores que lo posibilitan. Si bien las raíces de esta práctica varían en función del país y su cultura, hay factores evidentes que la perpetúan: la pobreza, la falta de oportunidades educativas y el acceso limitado a la asistencia sanitaria. De hecho, algunas familias casan a sus niñas con el fin de reducir su carga económica e, incluso, obtener ingresos; otras, porque creen que de ese modo aseguran su futuro. Las normas y los estereotipos en torno a los roles de género y la edad para contraer matrimonio, así como el riesgo socioeconómico del embarazo fuera del matrimonio, también sustentan la práctica.

Según Unicef, en la actualidad hay 650 millones de niñas y mujeres que contrajeron matrimonio durante su infancia y, cada año, más de 12 millones se casan en ceremonias legales y tradicionales en todo el mundo. En 2016, este organismo de la ONU puso en marcha el Programa Mundial para Acelerar las Medidas Encaminadas a Poner Fin al Matrimonio Infantil, cuyo objetivo es empoderar a las jóvenes en situación de riesgo de contraer matrimonio o ya casadas. Una medida que estiman ha llegado, desde su creación, a más de 21 millones de adolescentes a las que se ha proporcionado formación en materia de educación sexual integral y, sobre todo, apoyo a la asistencia escolar. Por su parte, en 2021, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos calificó a los matrimonios y uniones infantiles forzados como una expresión sistemática de violencia contra las mujeres. Según su informe, “Towards Ending Child Marriage: Global trends and profiles of progress”, en los últimos 10 años estas uniones se habían reducido un 15% en el mundo, pero la pandemia supuso un retroceso en la disminución de las cifras.

Países como Malawi ya han aprobado leyes que prohíben el matrimonio de menores de 18 años, pero han de luchar al mismo tiempo contra la ocultación del delito por parte de quienes rodean a la víctima. Más del 85% de la población de este país vive en aldeas ubicadas en extensiones de tierra gobernadas por jefes, en chozas bajo baobabs, a kilómetros de carreteras y electricidad. No obstante, el sur de Asia y África subsahariana son las zonas con las tasas más altas de matrimonio infantil a nivel mundial. Por su parte, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia alertó que dos de cada 100 niñas menores de 14 años en Colombia tienen o tuvieron un matrimonio infantil forzado.

La advertencia que lanza la ONU es dramática: al ritmo actual que lleva la lucha contra esta lacra, la situación no será erradicada hasta dentro de 300 años. Por ello, ONGS de todo el mundo, entre las que figuran las presididas por personajes públicos como Michelle Obama, Amal Clooney y Melinda French Gates, no quieren rendirse a los augurios. En su caso, incluso crearon una alianza entre sus respectivas organizaciones con el único objetivo de que muchas niñas puedan seguir siéndolo, en lugar de verse forzadas a casarse con hombres mucho mayores que ellas.

Para la ex primera dama de Estados Unidos, se trata de un asunto que puede y debe resolverse cuanto antes. Un problema urgente, que no puede ignorarse, y que requiere de un compromiso activo para avanzar en todas las otras áreas, la pobreza o las guerras, que tanto influyen a la hora de impedir el trágico de destino de esas niñas. La ONG de Michell Obama, centrada en la educación, Girls Opportunity Alliance, ya había identificado que las niñas de todo el mundo están abandonando la escuela debido al embarazo y al matrimonio infantil o adolescente.

Por su parte, Amal Clooney, para quien la divulgación constituye buena parte de la solución, tiene como propósito en que las niñas de las comunidades rurales conozcan sus derechos, allí donde los tengan. Su programa Waging Justice for Women, por ejemplo, financia la Asociación de Abogadas de Malawi, que organiza viajes de especialistas a comunidades rurales para buscar mujeres que necesitan ayuda. Y en el caso de Melinda French Gates, antes de formar equipo con Obama y Clooney, centraba sus proyectos en mejorar la atención sanitaria, incluido el tratamiento para las niñas que experimentan complicaciones después de dar a luz a una edad tan temprana.

La premisa, en cualquier caso, es formar alianzas y luchar contra este tipo de injusticias con la determinación que se necesita para ganar una guerra, porque, a juicio de la famosa abogada, “las organizaciones internacionales de gran escala y los gobiernos que tendrían que ocuparse del problema no están cumpliendo”.

A. Huerta